sábado, 26 de noviembre de 2011

Sylvie Vartan y la lavanda

Dice siempre mi amigo Pedro que todos tenemos un punto hortera escondido, por más que queramos tener gustos refinados y pretendamos atesorar un bagaje cultural mediano.
Y desde luego que tiene razón. Hoy enredando con esa caja mágica de música que es spotify he vuelto a mi infancia gracias a la música de Francia de los 60.
Verano siempre, la Provenza, viajes con la familia en un volkswagen escarabajo (diferentes años, diferentes modelos, pero siempre un escarabajo). Viajes interminables desde Marsella por la Costa Azul hasta llegar a los Alpes.
Viajes maravillosos que dejaron grabada en la retina de aquel niño pequeñito los inmensos campos de lavanda, las playas, los acantilados, los pueblecitos, los paletos de Francia que eran mucho más elegantes que los paletos de España, otras ropas, otros modos.
Y en aquellos viajes sonaba siempre la radio, que nos regalaba los oídos con canciones de Gilbert Becaud, Georges Brassens, Sylvie Vartan … Sobre todo Sylvie Vartan.
Y hoy enredando, enredando he encontrado de nuevo a Sylvie Vartan, y al poner la primera canción se me ha llenado la habitación de olor a lavanda. Por un momento he vuelto atrás más de cuarenta años y he vuelto a mirar por la ventanilla trasera (qué adecuado lo de ventanilla) de aquellos escarabajos de mi niñez y ha vuelto a pasar delante de mí todo aquel paisaje.
No se si añoro el paisaje, o realmente lo que quiero es volver a aquellos años en los que no había planteamientos, no tenía ideología, no había sufrimiento más allá del deseo frustrado de un juguete o de un capricho cualquiera no concedido.
Lo cierto es que al volver a escuchar la música de aquellos estíos gabachos me siento de nuevo libre. Y no cuestiono la calidad de la música, no me lo planteo. Simplemente evoca y quizá sea lo único que importa.
Largos veranos, largos viajes en tren hasta Marsella, largos viajes hasta los Alpes, largas caminatas y las primeras miradas golosas a aquellas montañas que entonces eran tan lejanas y que hoy siguen siendo tan inalcanzables. Y Les Calanques de mi buen Rebuffat.
Vuelven de golpe aquellos sentimientos, aquellas sensaciones. Es increíble, aún en ésta era digital, que seamos capaces de guardar desde la sensación de calor hasta los olores, las imágenes y podamos a golpe de recuerdo ponerlos otra vez en primer plano.
En fin, que aquí estoy escuchando esa música que conocí siendo un niño pequeño y que sólo tuve ocasión de escuchar de nuevo muchos años después, porque en nuestra España era muy dificil encontrar un disco de Brassens, o de Vartan, menos aún encontrar una emisora de radio que los programase. Después mis gustos fueron por otros caminos, pero hoy al tocar la tecla del recuerdo escucho con verdadero gusto y emoción aquellas viejas canciones.