viernes, 24 de febrero de 2012

Andoni.

Chiquitero de pro, socarrón, amable, camarero de los que dignifican su profesión, vizcaíno de los que da gusto tratar, hombre justo y cabal. Así recordaré siempre a Andoni.

Nuestro Andoni, el que desde el otro lado de la barra estaba siempre con nosotros.

Hoy mientras comía con unos amigos del cole me han llamado para darme la noticia. Y desde luego me ha dejado tocado. Lo esperaba, pero no por ello ha dejado de impactarme.

No es que tuviese con él una relación muy continuada, pero cada vez que nos veíamos disfrutábamos del bello arte de lanzarnos pullas mutuamente, siempre dentro del respeto y de la estricta broma blanca. Él siempre tenía balas en la recámara para acabar friéndome a frases con doble sentido llenas de humor. Hemos compartido barra cada uno desde un lado y también en alguna ocasión juntos tomando algo.

No estoy muy lúcido (ni lucido) para escribir nada que merezca la pena ser leído, pero necesito poner negro sobre blanco que me parece injusto que nos lo hayan arrebatado así.

Andoni y yo hemos compartido algo que nunca hubiésemos deseado. Hemos tenido exactamente la misma enfermedad. Yo he podido superar el cáncer de esófago, pero a él se lo ha llevado por delante. Y eso me crea cierto sentimiento no se si de culpabilidad, de vergüenza o simplemente de tristeza, pero lo cierto es que empaña mi alegría de estar vivo el que un amigo muera de lo mismo de lo que yo me he librado.

Y de verdad que no es por el “me podía haber pasado a mí”. En este momento no me siento bien precisamente porque sé que soy un privilegiado y a un amigo le ha faltado la suerte que yo he tenido.

No nos habíamos acostumbrado a entrar en Kupela y que no estuviese allí, como esperándonos, con su eterna sonrisa. Siempre le vi de buen humor, hasta cuando no hace mucho tuvo una parálisis facial que le torció el gesto y de la que él era el primero en hacer bromas. Ahora pasará el tiempo y aquella barra no volverá a ser la misma, porque en su ausencia teníamos siempre la esperanza de su vuelta, pero ahora no va a ser posible.

Desde que supe que estaba enfermo no he vuelto a verle. Y casi lo prefiero, tengo el recuerdo del amigo jovial que siempre tenía una broma preparada. Incluso me cuesta precisar el recuerdo de nuestro último encuentro. La memoria juega estas malas pasadas.

No conozco a su familia, pero si sé que somos muchos los amigos que le vamos a echar en falta. Quiero por eso compartir mi sentimiento con vosotros, porque los que le habéis conocido seguro, que igual que yo, os vais a sentir huérfanos de Andoni.