miércoles, 26 de junio de 2013

De mi pasado y presente scout.

Alguna vez fui muchacho.

Así comienza el libro “Escultismo para muchachos”, que fue en otro tiempo para mí un manual de estilo y que aún hoy permanece en mi memoria y rige mis actos.

Durante mi infancia y mi juventud estuve vinculado al escultismo de forma activa, fui educado en unos valores de respeto a la naturaleza, de espíritu de equipo, de colaboración, de liderazgo, de lucha por un mundo mejor, etc.

En aquellos tiempos no se habían inventado la mayoría de esos conceptos, pero ya nos los enseñaban. Hoy el inexorable paso del tiempo puede haber dejado los escritos de su fundador, Baden Powell, en un lugar comprometido en cuanto a las formas, pero el fondo, sigue intacto.

No hay que olvidar que el fundador del movimiento era un militar, que utilizó los medios de que disponía para tratar de orientar a una juventud que en aquel momento parecía carecer de valores. Puede engañarnos el uso de un uniforme como algo militarista, pero desde luego no era así. Era un concepto mucho más igualitario. Se trataba de que todos los miembros de la asociación estuviesen igualados en cuanto a su procedencia social y que no hubiese distinciones por unas ropas mejores que otras. Además otorgaba un sentimiento de pertenencia y servía para trabajar el respeto a los símbolos y el reconocimiento al esfuerzo a través de las insignias de progresión.

Fui completamente feliz dentro de ese movimiento, aprendí cosas que luego me han sido muy útiles en la vida, desde unos simples nudos, pasando por lo básico de los primeros auxilios hasta construir una emisora de radio. Y sobre todo fue donde comencé a salir al monte, lo que fue un detonante de la pasión de mi vida. Nunca agradeceré bastante a quienes me ayudaron en mi formación su esfuerzo y dedicación. Tuve la suerte de topar con gente maravillosa con la que aún mantengo contacto aunque sea a través de las redes sociales, pero la dispersión geográfica que hemos sufrido nos impide vernos cara a cara tan a menudo como desearíamos.

Cuando me tocó pasar de disfrutar del movimiento a entregar más de mi mismo, me tocaba ser pastor y no oveja (scouter en el argot) comenzó lo que para mi gusto ha sido una descafeinización del mismo y que para mi gusto le ha robado parte de su identidad.

Empezó la cosa por tratar de eliminar el uniforme, siguió por borrar la mayor parte de las tradiciones y acabó por arremeter contra el método mismo. Al menos así fue en el grupo al que yo pertenecía.

La vida me fue apartando de la actividad scout entre otras cosas porque mi dedicación a la montaña, los estudios, el trabajo y todo lo demás no me dejaban tiempo. Y además tenía el sentimiento de pertenecer a una parte antigua de la asociación que ya no tenía cabida en la misma.

Mi grupo scout con aquellas metamorfosis dejó de existir, cuando tenía una tradición de las más antiguas de mi ciudad, tiempo después tratamos de reactivarlo pero fue imposible.

Seguí por mi cuenta sintiéndome scout, y sigo aún teniendo en mi ideario aquellas cosas que aprendí desde niño.

Con el tiempo irrumpió en mi vida mi hija, para la que quiero la mejor educación. En algún momento pensé en inscribirla en algún grupo para que disfrutase tanto como mi mujer y yo lo hicimos en nuestra juventud. No en vano nos conocimos también en un grupo scout.

Ante la imposibilidad de encontrar algo similar a lo que conocí he tratado de transmitirle yo mismo los valores que tanto aprecio y que se entrelazan indisolublemente con los valores del alpinismo, disciplina que me sirve de guía para irla llevando a un ideario que creo aún funciona.

Como ya tiene doce años y bastante criterio, le he rescatado de la estantería un polvoriento ejemplar de “Escultismo para muchachos” y allí anda leyéndolo. Con las correspondientes salvedades que el tiempo ha marcado, creo que sigue siendo un manual de vida muy interesante.

Yo por mi parte sigo siendo scout, más concretamente me considero un rover en el exilio. Aquel lema de “Siempre Listos Para Servir” sigue siendo mi referente. Junto con la frase que abría el libro de oro del grupo al que pertenecí desde niño y a la que ya hice referencia en un post de este blog, “Que convenzas con amor y arrastres con tu ejemplo”, son además de la ley scout y la promesa los mástiles que soportan el tinglado de mi vida.

Espero que me perdonéis éste ataque de nostalgia, pero fue una época tan bonita …