Ayer volvió a cumplir años. Es algo que hacemos todos, pero no todos tenemos la misma gracia para hacer. Ella cumple los años como un día más. Pero es que resulta que cada uno de sus días es como un cumpleaños. Siempre sonríe. Ayer no fue menos. Desde por la mañana empezó a encajar las aristas de los demás haciendo que todo el mundo sea un poco más feliz a su alrededor.
Cuanto más se la conoce más sorprendente resulta. A estas alturas de la excursión llevamos más tiempo andando juntos que separados. Nos conocimos cuando apenas habíamos ascendido a los dos mil metros de altitud, y ya estamos rozando los cinco mil. Hemos recorrido juntos lo más difícil de lo que hemos pateado hasta ahora, y nos queda lo mejor, nos queda lo más difícil. Porque lo más difícil junto a ella es lo mejor. Necesariamente. Porque a cada dificultad antepone buen humor. A lo desconocido lo envuelve con el sentido común haciéndote sentir seguro.
No solo es el compañero de cordada en el que confías sin reservas. Sabes que el otro extremo de la cuerda está en las mejores manos posibles, estás a salvo mientras ella asegura. Además al llegar al refugio su conversación es animada e inteligente. Conoce los recodos del camino y cada vía de cada pared como si los hubiese abierto ella. Y si no los conoce lo parece porque es capaz de darse cualquier largo de la vida de primero de cordada sin titubear.
Siempre discreta y siempre huyendo de un primer plano. Siempre trabajando en silencio. En lo laboral, en lo doméstico, en el ocio, en la salud y en la enfermedad. Siempre activa. Y pendiente de los demás. Siempre vigilando y siempre cuidando a cada uno de los que le rodean.
Por dentro supongo que tiene un mecanismo delicado, pero por fuera parece hecha de alguna aleación alienígena extremadamente dura. Podría uno creer que está a salvo de cualquier agresión del exterior. Y eso nos lleva a olvidarnos de que también puede sufrir.
Y sufre, seguro. Pero sufre hacia adentro. Y no se nota. Es capaz de sufrir, sonreir, trabajar cuidar a los suyos e ir de fiesta en el mismo momento y a la vez.
Y ayer volvió a cumplir años. Y a su lado los demás envejecemos mientras su sonrisa atemporal nos va reconfortando día a día.
Gracias al pasado cuando era destino por ponerla en la cota 1.900. A partir de aquel hito encontré el camino que lleva a la cima. Sin ella probablemente estaría perdido o de vuelta en el campo base.
lunes, 13 de diciembre de 2010
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