Me hierve la sangre. Mira que me lo he intentado tomar con calma, pero no puede ser.
De siempre me he declarado católico, hasta ahora, pero me lo estoy pensando. Mi amigo Pedro dice que soy casi más calvinista que luterano a estas alturas, aunque creo que si la cosa sigue así se va a quedar corto.
Cada vez que llega la dichosa Semana Santa nos pasan por la nariz los diferentes atentados contra la salud y el buen gusto que recorren como una epidemia nuestra (nunca mejor dicho) piel de toro.
Desde los “empalaos”, los “picaos”, los que pasean sus otrora siempre calzados pies por el asfalto, los de las cadenas en los tobillos, los que se desuellan las rodillas, los que se flagelan de mil formas distintas, hasta los militares de un estado laico metidos a músico de procesión o a custodio de paso, pasando por las señoras de peineta anual renovable, me tienen contento con el mal gusto que destila la cuestión.
Y no me vale lo de la expresión cultural, lo de la tradición y lo del reclamo turístico. Como digo soy católico, y como tal no me explico el culto a lo tenebroso, la apología de la muerte por sí misma, el aprovechar la cuestión para turismo ni todo el circo que nos montan.
Mientras la Iglesia oficial nos habla de recogimiento y nos llama a la austeridad toda nuestra Andalucía se coge una cogorza en la “madrugá” entre raciones de jamón que darían envidia al peor de los borrachos. No anda lejos la austera Castilla, con sus procesiones silenciosas y de estética oscurantista, rodeadas eso sí de un montón de bares abiertos.
Y mientras ese Jesús que muere por nosotros para darnos un mensaje de esperanza y de vida (lo que parece olvidar esa Iglesia que continuamente acusa y condena), ese Jesús que muere para resucitar el domingo, es ignorado por todos ellos. Aquí cada uno tiene “su” Cristo y “su” Virgen, despreciando al del resto. Adoran a la talla y obvian lo que representa. Por eso uno se va haciendo cada vez más luterano, casi calvinista, casi ateo. Porque con la que está cayendo a veces me pregunto con verdadera angustia dónde está el Dios que permite determinadas cosas, y mirando a “su pueblo” entiendo que debe andar de incógnito en una tabernita cualquiera poniéndose tibio de manzanilla y gritando “Macarena … Guapa”, porque si de verdad es el Consejero Delegado o el Gerente de nuestro mundito, de verdad que la está cagando y es mejor que beba para olvidar. Y que se jubile. Y que haga un ERE, que tiene un consejo de administración para echarlo a la calle y unos socios que tienen intereses fuera de la empresa.
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