Cada vez estoy más asqueado de este país. Vamos sumando a un presente abominable una falta absoluta de futuro. Estamos quemando la madera del barco para avanzar hacia la tormenta. Cada día que pasa vamos asegurando nuestro propio naufragio.
Tenemos una sociedad absolutamente desestructurada. El sistema no es capaz de dar respuesta a los problemas de las personas que lo conforman ¿Y si el sistema no puede atender a quienes lo crearon, para qué sirve?
Estoy absolutamente indignado con el rumbo que toma la educación. Si alguna probabilidad hemos tenido alguna vez de dejar de ser un almacén de caspa, ha sido a base de formar a las generaciones jóvenes. Por supuesto no hablo exclusivamente de una formación técnica, si no de formación en el más amplio sentido del término. Muy al contrario, en medio de una situación de emergencia no se nos ocurre otra cosa que mermar los ya de por sí escasos recursos educativos para seguir manteniendo a la banca y a los políticos.
Y vamos obteniendo unos resultados contundentes. Nuestros estudiantes están cada vez peor formados comparativamente al resto de Europa. Vamos rodeándoles de paro, de una situación sin salida y luego nos permitimos criticarles sin piedad, como si por el hecho de ser jóvenes fueran esencialmente malos.
Aún así, los jóvenes en los que más dinero invertimos, los universitarios, encuentran su única salida en abandonar su casa y marchar al extranjero. Y así nuestros admirados alemanes se benefician del dinero (escaso ó no) que hemos invertido en la educación de esta generación y por la patilla se llevan los resultados de los esfuerzos de muchos contribuyentes.
Es patético que quienes nos sangran económicamente nos expolien además de nuestra gente mejor formada. Pero así se escribe la historia de este país.
No soy especialmente afecto a los sentimientos patrióticos, pero en este caso se trata de defender el bien común de la sociedad a la que, a mi pesar casi siempre, pertenezco. Si estoy obligado a tributar en una comunidad determinada, no puedo dejar de criticar lo que se hace con mi dinero.
Y nos están robando, pero no sólo el dinero. Nos están robando el futuro, nos están cercenando el cuerpo por la parte sana. Están creando un vacío imposible de rellenar. Cuando nuestros jóvenes tengan su casa en Munich y sus hijos hablen alemán, mandaremos a los de Españoles por el Mundo a preguntarles si volverán a España. Y ellos educadamente dirán que de vacaciones a ver a la familia. Por no mandar a la mierda al reportero, claro.
Estos días en los que por primera vez (al menos para mi conocimiento) se ha producido una huelga de padres en la enseñanza, mi reflexión va para un sistema en el que cada vez creo menos. Un sistema que no nos protege. Hemos creado un monstruo que nos está devorando. Y vamos necesitando una buena revolución.
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