lunes, 9 de septiembre de 2013

Otra vez el gato.


El gato se ha vuelto a subir a la colina.

Ayer hubo fiesta en el pueblo y el gato dejó marcas de sus patas por todas partes. Subió, bajó, anduvo  por todos los rincones  y tuvo un día maravilloso.

El bullicio no le hizo daño, al contrario, le trajo aroma de vida. La vida lleva a la muerte y la muerte se lleva a la vida, pero el gato está centrado en la vida, necesita alegría y diversión y la tuvo a raudales.

Dsfrutó con su familia gatuna y luego por la noche, como siempre, habló con la luna. La luna no le habla en su idioma, le habla a base de guiños y de destellos, pero saben comunicarse. El gato le habla con sus ojos, cada vez más cansados, pero cada vez más ávidos de vida.

La noche le sigue fascinando al gato. La necesita como las plantas a la luz del día. Y la noche en su colina sigue siendo su reino.

Y el gato no tiene mucho más que contar, ha estado con su familia y con sus amigos, lo ha pasado bien y todo eso son cosas del corazón, que se comparten y no se cuentan porque la verdadera felicidad no puede expresarse con palabras, porque lo que pertenece al mundo del corazón es un misterio hasta para el que lo siente.

Y como dice la canción vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta. Pero es una cuesta abajo que nos lleva de nuevo a la rutina. Y no es peyorativo, en ciertos momentos la rutina es lo que ansiamos. Después de tantas banderas de papel verdes rojas y blanquillas va empezando a apetecer el cuartel de invierno. Y el gato espera zurrarle duro este año al General Invierno, que ya está bien de tonterías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario