lunes, 6 de septiembre de 2010

Arregi, el alto el fuego y un hombre libre

He tenido un fin de semana tonto. Algunas lecturas y las reflexiones inducidas por las mismas parecen haber quitado el cerrojo de algunos cajones que creía cerrados para siempre.
Lo digo desde un punto de vista completamente positivo. Me siento más fuerte y más libre. Y en estas que me encuentro hoy lunes con una entrevista en El País a Joxe Arregi. Me ha emocionado. Le veo como el Peine de los Vientos, azotado por el temporal, a punto de ser arrancado de su propia esencia, aferrándose a su raíz, pero firme, mirando de frente y aún así lleno de bondad.
Pocos sacerdotes nos hablan ya del Evangelio de una forma que yo pueda entender. Estoy harto de amenazas, de verme a mí mismo ardiendo en los infiernos, de no encontrar una luz que me ayude a seguir adelante. Y pocos faros como este Arregi. Un hombre que probablemente no quiere ser ejemplar, que creo que debe de ser famoso a su pesar, pero que encarna como nadie ahora mismo la auténtica persecución a que son sometidos quienes se salen del pensamiento impuesto por la jerarquía.
Estoy a punto de que me de lo mismo lo que le pase a la Iglesia Católica, es más, creo que ya me da igual. No me da igual que millones de personas se queden sin una referencia moral, sin la radiobaliza que les mantiene seguros, pero si me importa un bledo lo que le pase al aparato político, que en eso parecen haberse convertido el Vaticano y sus franquicias.
Arregi nos hace varias reflexiones muy interesantes, recomiendo el artículo (http://www.elpais.com/articulo/sociedad/sabe/Papa/manda/elpepusoc/20100906elpepisoc_3/Tes). Pero lo que me asalta en este momento es la sensación de que estamos mirando hacia otro lado mientras todo esto ocurre. La iglesia no debería ser únicamente la Curia. La iglesia deberíamos de ser (como Hacienda) todos. Al menos todos los que quisiéramos formar parte de ella. Y algunos nos estamos alejando sin luchar por lo que creemos dejándole la plaza al invasor (que así le considero). Y la cosa tiene su porqué. Nos falta un líder. Y ese líder no es fácil de encontrar porque los buenos católicos, sean sacerdotes o no, se están plegando a la jerarquía por obediencia. Pero ¿y si la jerarquía estuviese equivocada? ¿No tenemos la obligación de obrar en conciencia ante un dilema semejante? Yo creo que nuestra obligación es decir lo que pensamos y obrar según dicta nuestra conciencia. Pero la triste realidad es que el invasor es fuerte, bien organizado y con una estrategia. Y nosotros somos el ejército de Pancho Villa. Es la historia de siempre de la represión y la libertad. Más antiguo que el pis de gato.
Y por otro lado el alto el fuego, que por algún motivo no me ha emocionado. Mi interior apátrida va ganando posiciones y me parece que me va a dar igual al final la bandera. Estoy harto de patrias que se olvidan de las personas, de fundamentalismos en general. Durante mucho tiempo he defendido que los pueblos deben de ser libres , sean grandes o pequeños, para dirigir sus destinos. Ahora estoy un poco decepcionado viendo como esa libertad es moneda de cambio entre unos y otros. Será la ley de la oferta y la demanda, pero no me gusta nada que algunas cosas se conviertan en mercancía.
Siento que mi cabeza se va escapando, que no puedo controlar ciertos instintos libertarios y que va llegando el momento de volverse al monte (literalmente) donde está la verdad absoluta. El hombre frente a sí mismo y frente a la naturaleza. El único diálogo que he entendido siempre y que nunca me ha defraudado. Es mi punto de retorno de toda la vida, mi reset. Así que voy a ir sacando punta a los crampones que el General Invierno está mandando faxes diciendo que va a atacar y esta vez le pienso dar batalla. Nada de cuarteles de invierno, lucha sin cuartel. Y en todos los frentes.

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