miércoles, 25 de julio de 2012

Nosotros, nuestro reflejo y nuestra sombra.


Cada vez estoy más gato.

Y el gato, que es nocturno, se ha vuelto a subir a la colina a hablar con la luna. Y la luna le dice, después de hacer callar a las estrellas, que no se preocupe, que lo de ser gato no es malo, que está bien.

Y me alegra. Porque subido en mi colina pienso mejor, pero si es por la noche hasta me divierte más.

Mi colina está verde (por eso es la mía). Abajo el mar, azul intenso, está tranquilo. Desde enfrente me miran montes más altos, más esquivos que mi colina. Probablemente montes más importantes para los demás, pero no por eso mejores para mí.

Mi colina tiene muchos árboles, llenos de pájaros que a la mañana me anuncian que se acabó lo bueno, que la noche se va.

Abajo junto al mar un montón de lucecitas anuncian vida populosa, calor humano, vecindad, cercanía. Aquí en mi colina oscuridad, naturaleza, soledad, intimidad. Cada cosa tiene su caso y su para quién.

Hoy soy más feliz que otras veces en mi colina. No sé por qué, pero así me han pintado hoy el día. Hay días que salen grises y otros que salen brillantes. Y hoy toca brillo.

Y el brillo me trae reflejos y sombras, que son cosa del día, porque hasta sombras puede dar la luna, pero no reflejos.

Y me pregunto ¿qué somos? ¿Somos nosotros mismos? ¿Somos nuestro reflejo? ¿Somos nuestra sombra?

Nosotros mismos es lo que nosotros creemos ser, la parte que vemos desde dentro. Y esa parte está manipulada por nuestra propia óptica.

Nuestro reflejo es la parte que ven los demás, y está también retocada por el ojo del que nos ve, con lo que tampoco parece fiable.

Y nuestra sombra, es lo que se recorta, lo que ocurre si no estamos. Lo que deja de ocurrir si estamos. Es lo que los demás echarán de menos si faltamos. Así que para mí somos la sombra.

Y en eso anda el gato, en que sus amigos sientan su sombra, que cuando el gato se quite del sol alguien se de cuenta de que falta su silueta. En dejar algún testimonio útil de su paso por la colina.

Y la colina con la luz del día está verde, después de la negrura de la noche. Y ¡qué diablo!, está preciosa, aunque sea de día.

Dentro de un rato volverá la noche, y el gato volverá a estirar su cuello desde la colina para hablar otra vez con la luna, a ver si le cuenta de una vez que hace para no envejecer.

jueves, 12 de julio de 2012

Hasta la victoria, SIEMPRE

Dando una vuelta por éste páramo cultural y veraniego, me encuentro con una rara avis. Una librería instalada en un quiosco que bien podría vender churros o camarones, da un respiro entre tanto espacio para el ocio evasivo. La susodicha librería está regentada por un republicano que tiene a gala serlo (no es raro, las pequeñas librerías no suelen ser muy de derechas). Tiene colgadas dos camisetas que vende, además de un montón de libros con biografías de gente del palo y de relatos históricos. Una de las camisetas es morada, con una estrella ribeteada con bandera tricolor, la otra tiene en el centro una silueta de la famosa foto del Che con la frase “hasta la victoria, SIEMPRE” rodeándola con diferentes juegos de caracteres.

Y es esa frase la que me ha llamado la atención. No por nueva, por supuesto. Esa frase, que ya conocimos los de mi generación hace una pila de años, quizá no se interpreta hoy como antes. Probablemente hoy se puede leer como algo mucho más pasivo de lo que quiere decir, o sea esperar a la victoria. Y nunca quiso decir eso. Se trata de luchar hasta la victoria. Siempre.

Y en estos momentos en que el gobierno sencillamente se equivoca apaleando a los funcionarios en el sentido económico de la palabra y a los mineros en el más literal de los sentidos, es necesario retomar aquella frase.

No podemos permanecer más tiempo impasibles a lo que sucede cada día. No podemos pensar que no somos mineros o que no somos funcionarios, no se trata de otros colectivos. Nos están atacando a todos nosotros.

La prima de riesgo continúa su ascenso imparable y si era eso lo que trataban de evitar no ha funcionado. La bolsa baja también sin parar. El paro también sube. Puestas así las cosas ¿de qué sirve todo lo que se está haciendo?

Van mermando la capacidad adquisitiva de los pocos sectores que mantienen el consumo. Hasta la patronal está en contra de la subida del IVA.

Y mientras paz social.

Hoy de forma espontánea se ha tirado a la calle un escaso grupo de funcionarios en Madrid a cortar la Castellana.

Afortunadamente miles de personas se manifestaron junto a los mineros.

No podemos asumir más palos en el lomo. No hay que dar nada por perdido, ni por supuesto admitir ninguna derrota.

Ellos pueden hacer leyes, nosotros podemos hacer huelgas. Pero no huelgas de un día que sirven únicamente para que perdamos más salario, si no una huelga general salvaje indefinida hasta que se apeen del burro.

Y si a Europa, a los E.E.U.U. y a las agencias de calificación no les gusta, pues que les vayan dando porque parece que lo que se ha hecho hasta ahora tampoco les gusta y ha sido todo a nuestra costa.

Los políticos no se recortan a sí mismos los sueldos, la banca no ceja en su empeño de quedarse con todo el botín (graciosa frasecilla para aliviar la tensión) y mientras más vueltas de tuerca.

A sí que por mi parte volvamos a las trincheras. Luchemos mientras tengamos algo que defender. Sé que las fuerzas van faltando, pero si aflojamos ahora será el momento en que no quedemos ninguno para pagar el paro de los que ya no pueden defender su empleo. Por ellos precisamente no podemos ser cobardes. Por los parados, por los mineros, por la sanidad, por la educación, por nuestros mayores, por nuestros hijos: HASTA LA VICTORIA, SIEMPRE.

martes, 10 de julio de 2012

España cañí.

No puedo más con esta España casposa, machista y anclada en los más antihigiénicos y oscuros costumbrismos sociales y políticos.

Desde que la semana pasada la gloriosa Selección Española ganase de forma parece que heroica el trofeo europeo de turno, me he desenvuelto en el ambiente alemán que me rodea sin más sobresaltos que el hecho de que en el buffet del hotel den jamón de pata negra o no, lo que viene marcando el diferencial de los días destacables de los que no lo son tanto. Y mientras, sol, hamaca, tranquilidad, más sol, viento frío y mar más o menos embravecido. Como os podéis imaginar mi mente ha cabalgado por la playa de lado a lado arrastrada miserablemente por mis pies que parecen no poder estar quietos, pero sin trabajar. He visto puestas de sol magníficas (aquí son a diario) y he trabajado sin pausa para conseguir el estado de imbecilidad propio de quien no tiene ni pasado ni futuro, tratando de olvidar todo lo relativo al trabajo, a la salud, a la enfermedad, incluso a la riqueza y a la pobreza.

Pero hoy a la hora de comer me han dado un estacazo en los dientes para recordarme que estoy fuera de sitio, que mi lugar no está ni aquí ni en unos mil kilómetros a la redonda, y me explico. Estaba yo tan tranquilo con mi querida familia comiendo cosas ricas propias del entorno, cuando se nos ha sentado en la mesa contigua una vocinglera familia compuesta por padre, madre, hijo e hija. Vamos, el ideal de pareja con su parejita. O para ser más exactos el padre con el hijo y la hija con la madre. Y la distinción es porque el padre y el hijo vestían camiseta de la selección. La madre y la hija atuendo playero bastardo sin marca ni equipo.

Han sido recibidos con gran alborozo por el camarero que inmediatamente ha hecho el sondeo futbolístico obligatorio “y de qué equipo zon uztedé” a lo que ha contestado el niño que “primero del madrí y luego del recre”. El padre se ha apresurado a puntualizar que “del madrí, del glorioso”.

Por supuesto el camarero se ha alegrado mucho de la respuesta y le ha dicho que “muy bien, como debe de zé. Aquí lo que no queremo e a lo der barza”.

(Discúlpese la torpe transcripción, pero trato de ser fiel a la fonética).

Y el asunto (trivial e insignificante) me devuelve a la España de pan y toros, de pandereta y faralaes. Que nos den por saco a los que no nos gusta el fútbol. Que nos den por saco a los que con nuestros impuestos pagamos a los nenes que luego tratan de escamotear impuestos de sus henchidas nóminas por jugar en la selección de nuestro país. Que nos den por saco a los que sostenemos el sistema. Mientras tanto gloria a los defraudadores, a los beneficiados, a los subvencionados, a los sinvergüenzas y a los incultos, pues de ellos será el reino de los borbones.

Nos duele mucho el país, porque está muy enfermo. Y por ello deberíamos estar curándole, para que no duela, pero mientras dejamos que unos malos curanderos agraven la enfermedad con sus técnicas contrarias al sentido común. Les dejamos que amputen los miembros sanos y que permitan que los gangrenados sigan pudríendose, poniendo en peligro la integridad de todo nuestro cuerpo y por tanto de nuestra vida.

Dejamos que nos sigan recortando derechos y nos penalicen por haber hecho las cosas bien. Los que hemos pagado siempre debemos de pagar más para subvencionar a los que no pagaron nunca y se gastaron lo que no tenían. Dejamos que nos atonten con el fútbol como para seguir dando la matraca con la camiseta de la selección una semana después de haber ganado el torneo. Ahí está el problema. Puedo entender que sirva de escape y de alegría un triunfo deportivo, pero no puedo comprender que se pueda seguir indefinidamente distraído con esa cuestión.

Simplemente recordaré a tanto patriota como parece andar suelto por ahí que la patria es algo más que una camiseta o una bandera, y que la patria se hace todos los días. Trabajando, esforzándose, con orgullo no de unos colores si no de un trabajo bien hecho, y de una colectividad que respeta al resto. Y en el respeto va no robar, no zafarse de las obligaciones y proteger los derechos de todos.

Y que el partido lo ganaron los que lo jugaron. Y que por jugarlo ganaron lo que ganaron (económicamente hablando). Y que los impuestos que deberían de pagar están tratando de escamotearlos. Y que son un hatajo de golfos. Aunque ganaran el partido.

Y que Haimar Zubeldia va el sexto en el tour. Y que a nadie le importa, porque ya no tenemos a nadie que vaya a por el primer puesto. Y que cuando hemos tenido a alguien luchando por el primero puesto iba hasta las cejas de sustancias prohibidas, pero eso no cuenta, no hay que ser mal español.

Y que si yo tuviese un hijo y una hija y fuese un fan de la selección, antes que comprar una camiseta para mi hijo y otra para mí, compraría una para mi hijo y otra para mi hija. O quizá sea que es verdad que ellas son más inteligentes. Aunque sea otro lugar común que aborrezco.

Nos han colocado la veneración al triunfo y no al trabajo. Vale el que gana (gane como gane) y no el que ha hecho todo lo posible por jugar bien. Da igual el camino si se logra el triunfo.

Yo mientras tanto voy a buscar los arreos para empezar a compartir los rudimentos de la escalada con mi hija éste otoño. Afortunadamente el material de montaña no tiene colores de equipo ni de selección. Si acaso, buscaré que tenga la bandera pirata. O como poco una cola de ballena.