miércoles, 5 de septiembre de 2012

La soberbia de los próceres.

No me tengo por una de las peores personas que conozco. Aún así, desde luego que tengo mis zonas de sombra. Supongo que como todo el mundo, alguna vez, he deseado perder de vista a alguien.

Dicho sentimiento lo he expresado con un ¡piérdete!, ¡vete a la mierda! o incluso ¡muérete!. Ciertamente que he tratado siempre de que lo que pasaba por la cabeza no pasara por la boca. A veces la intención no ha sido suficiente y he acabado exclamando esas cosas, que no están bien, pero desahogan.

Entiendo que no es bonito, que no se debe de hacer, pero entiendo también que no debe de constituir delito desear que alguien desaparezca, incluso que se muera.

Otra cosa sería decir ¡te voy a matar! Eso ni en broma. Ahí ya pesa la violencia y la amenaza y eso es intolerable. Aunque se diga sin intención de cumplimiento. No se puede.

Nuestra Presidenta comunitaria y lideresa indiscutible exigía ayer al fiscal y al juez que actúen de oficio en el caso de las frases proferidas por alumnos y profesores en la ceremonia de apertura de curso universitario.

Y en esa acción se denota la soberbia de los políticos que están cada vez más lejos de sus representados (incluso de los que les votaron). Porque si ciertamente gritaron “Esperanza muérete” y no me parece que eso esté bien, ni siquiera que solucione nada, creo que no habrá juez sensato que pueda identificar a quienes lo dijeron e imputarles ningún delito o falta.

Se trata de una cuestión de manejo del lenguaje, pero la expresión de un deseo no puede confundirse con una amenaza. Hay que saber leer y escuchar.

Por otra parte hay algo que a nadie parece extrañar y es que la señora Aguirre (la ira de Dios), no se persona en una comisaría ni en un juzgado a poner una denuncia. Simplemente exige al fiscal y al juez que actúen de oficio. Vamos, como un ciudadano cualquiera.

Yo también pediría al juez y al fiscal que actuasen de oficio ante los atropellos que todos sufrimos a manos de estos políticos, pero me temo que no me harían caso.

Yo también exigiría que el fiscal y el juez obligasen a todos los políticos que se lo han llevado calentito a que devolviesen el dinero, pero me temo que no me harían caso.

Yo también instaría al juez y al fiscal a que acabasen con el tráfico de influencias (véase alquiler de edificio en calle Albarracín), pero me temo que no me harían caso.

Yo también le diría al fiscal y al juez que investigasen la privatización de lo que hasta ahora era de todos y que hoy gestionan unos particulares obteniendo magros beneficios de lo que eran nuestro sistema de enseñanza o de salud, pero me temo que no me harían caso.

Y la pequeña diferencia está en que lo que molesta a Doña Esperanza no es para mí constitutivo de falta o delito, mientras que lo que yo les pediría que investigasen si lo es.

Y los políticos (al menos los de relumbrón) ahí están, exigiendo, imponiendo, ahogándonos cada día un poquito más. Mientras nosotros doblamos la cerviz y vamos dejando que nos sangren viendo a la vez cómo ellos no se aplican el cuento que nos leen a los demás.

Va siendo hora de que paremos los pies a esta gente y les recordemos que están para servir a la ciudadanía y no a sus intereses.

Basta ya de privilegios insultantes y de injerencias en los demás estamentos. No puede ser que un día el Ministro del Interior ordene detenciones, al día siguiente obligue a los ciudadanos a interponer denuncias y ahora una Presidenta de Comunidad exija que se busque a los sospechosos habituales. Ni el uno es el Zar de todas las Rusias, ni la otra es el comisario de Casablanca.

Hasta que no se ponga cada uno en su sitio no hay solución.


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