Soy de natural anarquista. Creo en el hombre. Pienso en verdad que no somos esencialmente malos, al contrario, nuestro instinto no necesariamente nos llevaría al mal si no fuese por la influencia de una sociedad enferma.
Así pues, creo que no necesitamos un tutor permanente detrás de cada individuo. Con la educación suficiente somos capaces de tomar nuestras propias decisiones y de aportar positivamente a la colectividad.
Parece mentira, pero estos dos párrafos anteriores los escribo completamente en serio. De pequeño se me quedó un lema grabado a fuego en mi cerebrito: “Que convenzas con amor y que arrastres con tu ejemplo”. Nada religioso, una frase completamente civil. Durante toda mi vida esa frase ha sido mi farolillo en la tormenta. Quizá quienes me conocen encuentren explicación a algunas de mis más extrañas reacciones en esa frase.
Intento ser siempre el primer cumplidor de la norma. La norma está porque la hemos puesto entre todos. Aunque no nos guste. Y tenemos la opción de cambiarla o de acatarla. Nunca de incumplirla. Por eso me irritan los que la incumplen, por su falta de respeto al esfuerzo de los demás en cumplir y por el escaso favor que hacen a la convivencia pasándose por el forrillo las decisiones que todos tomamos.
Y por eso intento cumplir siempre, porque las cosas son así y por si alguien se fija. Como pasa en el centro de Europa con los semáforos. Al llegar un peatón al semáforo en rojo espera a que se ponga verde. Obvio, pero además recriminará a aquel (normalmente español) que no lo respete. Aunque no vengan coches. Aquí funcionamos de otra forma, nos tenemos por más abiertos de mente, más improvisadores. Un eufemismo que oculta la mala educación y la falta de respeto a los demás.
Y la tontería ha costado 13 vidas. 13 personas que más inteligentes que los demás no podían esperar un minuto a que se despejase un paso subterráneo. Paso que, por otra parte, podía no haberse obstruido de atravesarlo la gente de forma ordenada. Aquí nos ponen una puerta y estamos deseando atascarla.
13 personas que probablemente podían llegar un minuto más tarde al macrobotellón deSan Juan.
Ahora las culpas a Renfe, a Adif, al maquinista y a la General. Todo por no reconocer que se trata de un problema evidente de mala educación y de falta de respeto a las normas.
No se trata de prohibir, ni de tener normativas para todo. Por eso soy anarquista. Si no creemos que el individuo es suficientemente responsable como para cuidarse de su propia vida, entonces no hay legislación ni normativa que le salven.
Nos hemos pasado poniendo normas para sustituir al sentido común, anulando los resquicios de éste. Y ¿no sería más adecuado educar en la libertad y en la responsabilidad y prohibir menos?
Al día siguiente del atropello ferroviario múltiple aparece en El País un señor más que de mediana edad saltando torpemente por un andén con un tren en las proximidades. El tipo dice de forma arrogante que en ningún sitio pone que esté prohibido saltar a la vía. Y resulta que además es profesor de instituto.
Lo dicho, que convenzas con amor y que arrastres con tu ejemplo.
Nos evitaría muchas leyes y muchas normas.
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