Un hombre de aspecto sencillo se sube al escenario de un centro cultural. Desgrana imagen a imagen un resumen de quince años de esfuerzo al límite en el Karakorum. Se dice pronto. Quince años buscando subir montañas de la forma más limpia y decente que puede hacerse.
Nos cuenta pequeñas anéctodas, y de forma absolutamente inteligible al profano nos hace llegar parte de las sensaciones que se pueden sentir allá arriba. Nos explica los pormenores de las expediciones, y sobre todo nos ensalza a sus compañeros minimizando la importancia de su propia participación.
Es Mikel Zabalza, un grande del alpinismo. Un grande por su historial montañero y sobre todo grande por su actitud. Actitud montañera clásica. No en vano en contestación a una de las pocas atinadas preguntas del coloquio posterior a su exposición, se declara seguidor de Walter Bonatti.
Mikel ha subido por vías hasta entonces inexploradas, ha repetido vías de altísimo compromiso y ha participado en todo tipo de expediciones, pero siempre buscando la forma más auténtica de subir. Sin artificios, sin trampas, sin ayudas externas. Y siempre cuidando la montaña. Todo ello sin darle importancia. Simplemente como si no hubiese otra forma de hacerlo.
Y su forma de contarlo además es amena. A pesar de no parecer estar dotado de una locuacidad extrema. Muy propio de los grandes de la montaña. Hechos y no escalada de salón.
Después de todos estos meses de montañismo mediático es un bálsamo escuchar a este hombre de aspecto frágil y tímido, que para la ronda de preguntas se sienta en el borde del escenario con las piernas colgando, como un niño de cuarenta años que mira al vacío del público con más miedo que a un diedro de hielo en el K-2.
Y encaja con una sonrisa las preguntas entre estúpidas e impertinentes que le dirige un auditorio “chupiguay” que luce ropa técnica nuevecita, que no ha visto el monte más que desde el 4X4, ropa que él probablemente no tuvo para sí en alguna de sus primeras expediciones. Y se muestra educado, amable y agradecido. Ni un gesto que pueda delatar desagrado.
Gente curtida en las más feroces montañas y por las más inaccesibles vías. Gente estupenda. Y compañero de otros tan grandes como él. Vallejo, Iñurrategi, Akerreta, etc. Y escudero en ocasiones de grandes vedettes de la montaña a las que ha dado alas en sus ascensiones.
Grande Mikel, me emocionaste. Me hiciste sentir que todavía hay gente estupenda en la montaña.
Gracias por el viaje del sábado al Karakorum. Fue un sueño.
lunes, 22 de noviembre de 2010
El amigo que ya no está.
El sábado perdí a un compañero indispensable durante los fines de semana desde hace un montón de años.
Nos habíamos conocido hace mucho y de forma casual. Desde entonces no falté casi ningún fin de semana a la cita y si no nos encontrábamos casi siempre fue porque él no se presentó.
Me tenía informado de lo que pasaba por ahí. Su punto de vista me resultaba próximo y su información era casi siempre veraz y sus opiniones apuntaban en la dirección en que yo tenía puestos mis ideales.
Por qué no decirlo, hice durante muchos años esfuerzos para acudir a la cita semanal, incluso ocasionalmente entre semana. Para ello debía dirigirme al centro de Madrid o si bien me encontraba en otra ciudad buscar algún lugar a donde él tuviese por costumbre acudir.
Hemos sido inseparables a pesar de las chanzas del resto de amigos a los que no podía explicar del todo bien esta lealtad. Ha sido uno más en mis tertulias, presente siempre con sus observaciones tan atinadas.
Pero ya llevaba tiempo mostrando signos de evidente enfermedad. Sus comentarios se alejaban de día a día de aquellos que me llevaron a la amistad. De todas maneras le seguía frecuentando esperando una mejora que al final no llegó.
Y por fin el sábado dejó de existir para mí.
El sábado como siempre compré en un kiosko del centro de Madrid mi ejemplar del Diario Vasco y al abrir las esquelas con el temor habitual de encontrar alguna cara conocida me encontré con la de Francisco Franco y la de José Antorio Primo de Rivera. A mi periódico se le había vuelto el alma negra, se me había muerto.
El Diario Vasco fue durante muchos años un referente de libertad, algo más que el periódico de una pequeña provincia. Hoy con la publicación de esta esquela ofende en lo más profundo a muchos de sus lectores y supongo que a la mayoría de los familiares de aquellos que compartieron página con dicha viñeta, seguramente euskaldunes de pro muchos de ellos.
Supongo que el número de lectores del Diario Vasco pertenecientes a la Federación Nacional de Combatientes (los que publican la esquela) que han podido recordar tan magno acontecimiento gracias a la publicación de la esquela, justifican la misma.
Por mi parte ya pueden los Combatientes (antes eran excombatientes) comprar el Diario Vasco, yo he dejado de necesitarlo.
Los símbolos siguen siendo importantes para algunos de nosotros y no me vale apelar a la libertad de mercado (las esquelas no dejan de ser un negocio), ni me vale tampoco apelar a la tolerancia y al “aquí cabemos todos”. Los que dejamos de caber somos los de siempre. Y quizá es mejor así, que cada cual tenga su sitio y algunos tengamos que seguir buscándolo.
A cada cual lo suyo.
Nos habíamos conocido hace mucho y de forma casual. Desde entonces no falté casi ningún fin de semana a la cita y si no nos encontrábamos casi siempre fue porque él no se presentó.
Me tenía informado de lo que pasaba por ahí. Su punto de vista me resultaba próximo y su información era casi siempre veraz y sus opiniones apuntaban en la dirección en que yo tenía puestos mis ideales.
Por qué no decirlo, hice durante muchos años esfuerzos para acudir a la cita semanal, incluso ocasionalmente entre semana. Para ello debía dirigirme al centro de Madrid o si bien me encontraba en otra ciudad buscar algún lugar a donde él tuviese por costumbre acudir.
Hemos sido inseparables a pesar de las chanzas del resto de amigos a los que no podía explicar del todo bien esta lealtad. Ha sido uno más en mis tertulias, presente siempre con sus observaciones tan atinadas.
Pero ya llevaba tiempo mostrando signos de evidente enfermedad. Sus comentarios se alejaban de día a día de aquellos que me llevaron a la amistad. De todas maneras le seguía frecuentando esperando una mejora que al final no llegó.
Y por fin el sábado dejó de existir para mí.
El sábado como siempre compré en un kiosko del centro de Madrid mi ejemplar del Diario Vasco y al abrir las esquelas con el temor habitual de encontrar alguna cara conocida me encontré con la de Francisco Franco y la de José Antorio Primo de Rivera. A mi periódico se le había vuelto el alma negra, se me había muerto.
El Diario Vasco fue durante muchos años un referente de libertad, algo más que el periódico de una pequeña provincia. Hoy con la publicación de esta esquela ofende en lo más profundo a muchos de sus lectores y supongo que a la mayoría de los familiares de aquellos que compartieron página con dicha viñeta, seguramente euskaldunes de pro muchos de ellos.
Supongo que el número de lectores del Diario Vasco pertenecientes a la Federación Nacional de Combatientes (los que publican la esquela) que han podido recordar tan magno acontecimiento gracias a la publicación de la esquela, justifican la misma.
Por mi parte ya pueden los Combatientes (antes eran excombatientes) comprar el Diario Vasco, yo he dejado de necesitarlo.
Los símbolos siguen siendo importantes para algunos de nosotros y no me vale apelar a la libertad de mercado (las esquelas no dejan de ser un negocio), ni me vale tampoco apelar a la tolerancia y al “aquí cabemos todos”. Los que dejamos de caber somos los de siempre. Y quizá es mejor así, que cada cual tenga su sitio y algunos tengamos que seguir buscándolo.
A cada cual lo suyo.
jueves, 18 de noviembre de 2010
De la enfermedad ....
Tu estás enfermo macho …...
Esto le espetaba Isabel San Sebastian al señor Sostres después de su verborrea lúbrica ante un coro de menores, atentos espero a otros menesteres que no a las palabras del insigne contertulio.
Que haya un pavo de esta catadura no me extraña. Ni siquiera me extraña que le lleven a las tertulias después de haber denostado la figura del recientemente fallecido Labordeta (con el cuerpo aún caliente se permitía chanzas sobre el puño cerrado, etc). Claro que el Maño le habría contestado con alguno de sus por otra parte geniales y oportunos calificativos.
Este individuo se permite además comentarios acerca de la procedencia de los menores, que a sabiendas de que eran de Marruecos y de Cataluña, le induce a pensar que no proceden de colegios, si no de alguna ONG (no se si por lo de Marruecos o por lo de Cataluña). Interesante punto de vista, sobre todo teniendo en cuenta que él mismo es catalán.
No olvidemos además el consentimiento por la tácita, e incluso la aprobación por la risa y la sonrisa a los comentarios por parte de el resto de contertulios, entre los que brilla con luz propia Don Alfonso Ussia, que repachingado en su silla y con un tono que técnicamente podríamos definir como cuartelero le ríe la gracia al tipo con cara de estar encantado.
Todo esto no me extraña, es el día a día de nuestras televisiones, esforzadas en conseguir que nuestro vómito cada vez llegue más lejos, como en esos concursos de lanzamiento de hueso de aceituna, pero en versión gore. Lo que sí me extraña es que la televisión en que el hecho se produce esté más preocupada por empapelar al que ha filtrado la cuestión a los medios de comunicación que en saber que pensarán los padres de todos aquellos niños presentes, aunque sean moritos, que digo yo que también tendrán su corazón.
Tras la polémica generada alrededor de la triste figura de Sánchez Dragó, ahora esto.
Es un no parar. La derechona más feroz ha perdido la vergüenza, antes estas cosas por lo menos las hacían en sus tertulias alcohólicas, lejos de los espacios públicos. No es menos inmoral pero al menos no lo imponían al resto.
A ti te pueden invitar a un espacio de televisión, y allí te ponen a hacer bulto y los tertulianos sueltan lo que les viene sin que tu puedas rechistar. Siendo adultos no hay problema, en el momento que puedas te largas y ya está, pero en el caso de los menores tiene otras implicaciones. Supongo que es educativo llevar a los chavales a ver cómo se hace un programa, pero también me imagino la cara que se le queda al profesor al ver que sus chavales quedan expuestos a diatribas como la que vertió el pajarraco.
Pues eso, que a ver si encuentran al que filtró el vídeo del making off de la barbarie y le crujen. Y al señor Sostres que le paguen por su intervención. Y que le vuelvan a contratar, que desde luego ha conseguido darle una publicidad maravillosa a un programa que algunos no sabíamos ni que existía.
Cosas de la mercadotecnia de los mass-media.
Y luego le llaman cultura, o arte si me apuras.
Esto le espetaba Isabel San Sebastian al señor Sostres después de su verborrea lúbrica ante un coro de menores, atentos espero a otros menesteres que no a las palabras del insigne contertulio.
Que haya un pavo de esta catadura no me extraña. Ni siquiera me extraña que le lleven a las tertulias después de haber denostado la figura del recientemente fallecido Labordeta (con el cuerpo aún caliente se permitía chanzas sobre el puño cerrado, etc). Claro que el Maño le habría contestado con alguno de sus por otra parte geniales y oportunos calificativos.
Este individuo se permite además comentarios acerca de la procedencia de los menores, que a sabiendas de que eran de Marruecos y de Cataluña, le induce a pensar que no proceden de colegios, si no de alguna ONG (no se si por lo de Marruecos o por lo de Cataluña). Interesante punto de vista, sobre todo teniendo en cuenta que él mismo es catalán.
No olvidemos además el consentimiento por la tácita, e incluso la aprobación por la risa y la sonrisa a los comentarios por parte de el resto de contertulios, entre los que brilla con luz propia Don Alfonso Ussia, que repachingado en su silla y con un tono que técnicamente podríamos definir como cuartelero le ríe la gracia al tipo con cara de estar encantado.
Todo esto no me extraña, es el día a día de nuestras televisiones, esforzadas en conseguir que nuestro vómito cada vez llegue más lejos, como en esos concursos de lanzamiento de hueso de aceituna, pero en versión gore. Lo que sí me extraña es que la televisión en que el hecho se produce esté más preocupada por empapelar al que ha filtrado la cuestión a los medios de comunicación que en saber que pensarán los padres de todos aquellos niños presentes, aunque sean moritos, que digo yo que también tendrán su corazón.
Tras la polémica generada alrededor de la triste figura de Sánchez Dragó, ahora esto.
Es un no parar. La derechona más feroz ha perdido la vergüenza, antes estas cosas por lo menos las hacían en sus tertulias alcohólicas, lejos de los espacios públicos. No es menos inmoral pero al menos no lo imponían al resto.
A ti te pueden invitar a un espacio de televisión, y allí te ponen a hacer bulto y los tertulianos sueltan lo que les viene sin que tu puedas rechistar. Siendo adultos no hay problema, en el momento que puedas te largas y ya está, pero en el caso de los menores tiene otras implicaciones. Supongo que es educativo llevar a los chavales a ver cómo se hace un programa, pero también me imagino la cara que se le queda al profesor al ver que sus chavales quedan expuestos a diatribas como la que vertió el pajarraco.
Pues eso, que a ver si encuentran al que filtró el vídeo del making off de la barbarie y le crujen. Y al señor Sostres que le paguen por su intervención. Y que le vuelvan a contratar, que desde luego ha conseguido darle una publicidad maravillosa a un programa que algunos no sabíamos ni que existía.
Cosas de la mercadotecnia de los mass-media.
Y luego le llaman cultura, o arte si me apuras.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Una mujer sencilla y ejemplar
Hace unas semanas falleció Marcelino Camacho. No puedo decir que yo fuese un fiel seguidor suyo, ni siquiera puedo decir que le tuviese gran simpatía. No conocí su obra de forma directa, y los resultados que de ella me han llegado (la actual C.C.O.O.) no me gustan nada.
Pero es indiscutible su lucha por los derechos de los trabajadores, su entrega y su honestidad, que le llevaron a una vejez modesta económicamente. Eso simplemente ya le hace grande por comparación a lo que estamos acostumbrados a ver.
No me imagino (y a lo mejor es que soy corto de miras) a Marcelino comiendo en el Bulli, o en Zalacaín, no creo ni siquiera que sus recursos económicos dieran para eso, sin embargo parece que no puede decirse lo mismo de sus sucesores al frente de la representación de los trabajadores.
Pero de todo el circo que se montó alrededor de su fallecimiento lo que más me llamó la atención fue la figura de su viuda.
Discreta, a un ladito, sin estorbar, dejando incluso en el entierro el lugar preferente a los políticos ávidos de foto y de televisión.
Me produjo un sentimiento de ternura absoluta.
Toda la vida soportando ir tras los pasos de un hombre que tuvo que ir a la cárcel por rojo, soportando una situación económica menos que justita porque había elegido por compañero a un rojo consecuente, condenada a ver como los demás a su alrededor escalaban socialmente.
Claro que esta mujer no habrá sido una víctima de su elección. Esta mujer es tan Marcelino Camacho como su difunto compañero. Y tan ejemplar como él o más, que para eso ha compartido todos los sinsabores de la militancia renunciando a las mieles de la corruptela a la que de buen seguro podían haber tenido acceso.
Y todos esos políticos indecentes que si han escalado socialmente, que desde luego no han mantenido la misma firmeza y que son de un supuesto rojo mucho más tenue que el del finado y su compañera tienen la desfachatez de dejarla a un lado en el entierro de quien fue su cincuenta por ciento. A ella, a la viuda.
No tienen vergüenza.
Un saludo a Marcelino y mis respetos y mi pésame a su viuda. Sois un ejemplo. Los dos.
Pero es indiscutible su lucha por los derechos de los trabajadores, su entrega y su honestidad, que le llevaron a una vejez modesta económicamente. Eso simplemente ya le hace grande por comparación a lo que estamos acostumbrados a ver.
No me imagino (y a lo mejor es que soy corto de miras) a Marcelino comiendo en el Bulli, o en Zalacaín, no creo ni siquiera que sus recursos económicos dieran para eso, sin embargo parece que no puede decirse lo mismo de sus sucesores al frente de la representación de los trabajadores.
Pero de todo el circo que se montó alrededor de su fallecimiento lo que más me llamó la atención fue la figura de su viuda.
Discreta, a un ladito, sin estorbar, dejando incluso en el entierro el lugar preferente a los políticos ávidos de foto y de televisión.
Me produjo un sentimiento de ternura absoluta.
Toda la vida soportando ir tras los pasos de un hombre que tuvo que ir a la cárcel por rojo, soportando una situación económica menos que justita porque había elegido por compañero a un rojo consecuente, condenada a ver como los demás a su alrededor escalaban socialmente.
Claro que esta mujer no habrá sido una víctima de su elección. Esta mujer es tan Marcelino Camacho como su difunto compañero. Y tan ejemplar como él o más, que para eso ha compartido todos los sinsabores de la militancia renunciando a las mieles de la corruptela a la que de buen seguro podían haber tenido acceso.
Y todos esos políticos indecentes que si han escalado socialmente, que desde luego no han mantenido la misma firmeza y que son de un supuesto rojo mucho más tenue que el del finado y su compañera tienen la desfachatez de dejarla a un lado en el entierro de quien fue su cincuenta por ciento. A ella, a la viuda.
No tienen vergüenza.
Un saludo a Marcelino y mis respetos y mi pésame a su viuda. Sois un ejemplo. Los dos.
Lágrimas comparativamente hablando ...
Hace unos días se levantó cierto revuelo con las declaraciones de Don Arturo Pérez Reverte acerca de las lágrimas vertidas por el ex ministro Moratinos en su despedida del cargo (o quizá realmente por las formas algo bruscas de Don Arturo).
Nada que objetar, ni a lo uno ni a lo otro. Me parece que Moratinos tiene derecho a emocionarse y me parece que el resto también puede opinar que en función del cargo que ostentaba debería saber controlar sus emociones en público.
Hasta ahí bien. Lo peor es compararlo con las lágrimas vertidas por el representante de la españolidad más furibunda en la fórmula uno, Fernando Alonso.
Ayer después de perder sus opciones de hacerse con el campeonato mundial, al terminar la carrera se puso a llorar amargamente. Y eso si que no. El muchacho ha ido de duro por la vida y perdonando a los demás desde que se hizo celebrity. Ha repartido críticas muy poco caritativas a diestro y siniestro, no ha escatimado gestos ofensivos hacia los demás, no ha sido ni buen compañero ni siquiera rival honesto. Bastan con los diferentes trafullos del presente campeonato para sostener éstas afirmaciones. Y ahora al perder echamos las lagrimitas.
Este chico es una víctima de una competitividad en la que si no eres el primero estás acabado. Y no se puede ser siempre el primero.
Algún día también perderá “la roja”, algún día también perderá Nadal, a todos les llega. Vimos perder a Induráin y a otros muchos. Yo por mi parte admiro a los deportistas en general y no me dejo cegar por la camiseta o el origen de los mismos, lo que me permite disfrutar de la competición gane quien gane, siempre que lo haga de forma limpia.
Los que de alguna forma hemos competido sabemos que cuando estás arriba sólo puedes bajar. Y al bajar te queda el recuerdo de lo que hiciste. Y si eres una figura pública queda además el ejemplo de tu calidad humana, del tipo de deportista que has sido, de los amigos que has dejado en el camino, o si no de los cadáveres. Y se te tiene presente por eso.
Fernando Alonso ha hecho trampas, ha discutido públicamente con sus compañeros de equipo, ha sido un niño mimado y se ha quedado sin caramelo. Y por eso la rabieta.
Puestos a elegir prefiero las lágrimas de Moratinos, además se suele presentar aseado y correctamente afeitado, otra diferencia a su favor.
Nada que objetar, ni a lo uno ni a lo otro. Me parece que Moratinos tiene derecho a emocionarse y me parece que el resto también puede opinar que en función del cargo que ostentaba debería saber controlar sus emociones en público.
Hasta ahí bien. Lo peor es compararlo con las lágrimas vertidas por el representante de la españolidad más furibunda en la fórmula uno, Fernando Alonso.
Ayer después de perder sus opciones de hacerse con el campeonato mundial, al terminar la carrera se puso a llorar amargamente. Y eso si que no. El muchacho ha ido de duro por la vida y perdonando a los demás desde que se hizo celebrity. Ha repartido críticas muy poco caritativas a diestro y siniestro, no ha escatimado gestos ofensivos hacia los demás, no ha sido ni buen compañero ni siquiera rival honesto. Bastan con los diferentes trafullos del presente campeonato para sostener éstas afirmaciones. Y ahora al perder echamos las lagrimitas.
Este chico es una víctima de una competitividad en la que si no eres el primero estás acabado. Y no se puede ser siempre el primero.
Algún día también perderá “la roja”, algún día también perderá Nadal, a todos les llega. Vimos perder a Induráin y a otros muchos. Yo por mi parte admiro a los deportistas en general y no me dejo cegar por la camiseta o el origen de los mismos, lo que me permite disfrutar de la competición gane quien gane, siempre que lo haga de forma limpia.
Los que de alguna forma hemos competido sabemos que cuando estás arriba sólo puedes bajar. Y al bajar te queda el recuerdo de lo que hiciste. Y si eres una figura pública queda además el ejemplo de tu calidad humana, del tipo de deportista que has sido, de los amigos que has dejado en el camino, o si no de los cadáveres. Y se te tiene presente por eso.
Fernando Alonso ha hecho trampas, ha discutido públicamente con sus compañeros de equipo, ha sido un niño mimado y se ha quedado sin caramelo. Y por eso la rabieta.
Puestos a elegir prefiero las lágrimas de Moratinos, además se suele presentar aseado y correctamente afeitado, otra diferencia a su favor.
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