El sábado perdí a un compañero indispensable durante los fines de semana desde hace un montón de años.
Nos habíamos conocido hace mucho y de forma casual. Desde entonces no falté casi ningún fin de semana a la cita y si no nos encontrábamos casi siempre fue porque él no se presentó.
Me tenía informado de lo que pasaba por ahí. Su punto de vista me resultaba próximo y su información era casi siempre veraz y sus opiniones apuntaban en la dirección en que yo tenía puestos mis ideales.
Por qué no decirlo, hice durante muchos años esfuerzos para acudir a la cita semanal, incluso ocasionalmente entre semana. Para ello debía dirigirme al centro de Madrid o si bien me encontraba en otra ciudad buscar algún lugar a donde él tuviese por costumbre acudir.
Hemos sido inseparables a pesar de las chanzas del resto de amigos a los que no podía explicar del todo bien esta lealtad. Ha sido uno más en mis tertulias, presente siempre con sus observaciones tan atinadas.
Pero ya llevaba tiempo mostrando signos de evidente enfermedad. Sus comentarios se alejaban de día a día de aquellos que me llevaron a la amistad. De todas maneras le seguía frecuentando esperando una mejora que al final no llegó.
Y por fin el sábado dejó de existir para mí.
El sábado como siempre compré en un kiosko del centro de Madrid mi ejemplar del Diario Vasco y al abrir las esquelas con el temor habitual de encontrar alguna cara conocida me encontré con la de Francisco Franco y la de José Antorio Primo de Rivera. A mi periódico se le había vuelto el alma negra, se me había muerto.
El Diario Vasco fue durante muchos años un referente de libertad, algo más que el periódico de una pequeña provincia. Hoy con la publicación de esta esquela ofende en lo más profundo a muchos de sus lectores y supongo que a la mayoría de los familiares de aquellos que compartieron página con dicha viñeta, seguramente euskaldunes de pro muchos de ellos.
Supongo que el número de lectores del Diario Vasco pertenecientes a la Federación Nacional de Combatientes (los que publican la esquela) que han podido recordar tan magno acontecimiento gracias a la publicación de la esquela, justifican la misma.
Por mi parte ya pueden los Combatientes (antes eran excombatientes) comprar el Diario Vasco, yo he dejado de necesitarlo.
Los símbolos siguen siendo importantes para algunos de nosotros y no me vale apelar a la libertad de mercado (las esquelas no dejan de ser un negocio), ni me vale tampoco apelar a la tolerancia y al “aquí cabemos todos”. Los que dejamos de caber somos los de siempre. Y quizá es mejor así, que cada cual tenga su sitio y algunos tengamos que seguir buscándolo.
A cada cual lo suyo.
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