Hace unos días se levantó cierto revuelo con las declaraciones de Don Arturo Pérez Reverte acerca de las lágrimas vertidas por el ex ministro Moratinos en su despedida del cargo (o quizá realmente por las formas algo bruscas de Don Arturo).
Nada que objetar, ni a lo uno ni a lo otro. Me parece que Moratinos tiene derecho a emocionarse y me parece que el resto también puede opinar que en función del cargo que ostentaba debería saber controlar sus emociones en público.
Hasta ahí bien. Lo peor es compararlo con las lágrimas vertidas por el representante de la españolidad más furibunda en la fórmula uno, Fernando Alonso.
Ayer después de perder sus opciones de hacerse con el campeonato mundial, al terminar la carrera se puso a llorar amargamente. Y eso si que no. El muchacho ha ido de duro por la vida y perdonando a los demás desde que se hizo celebrity. Ha repartido críticas muy poco caritativas a diestro y siniestro, no ha escatimado gestos ofensivos hacia los demás, no ha sido ni buen compañero ni siquiera rival honesto. Bastan con los diferentes trafullos del presente campeonato para sostener éstas afirmaciones. Y ahora al perder echamos las lagrimitas.
Este chico es una víctima de una competitividad en la que si no eres el primero estás acabado. Y no se puede ser siempre el primero.
Algún día también perderá “la roja”, algún día también perderá Nadal, a todos les llega. Vimos perder a Induráin y a otros muchos. Yo por mi parte admiro a los deportistas en general y no me dejo cegar por la camiseta o el origen de los mismos, lo que me permite disfrutar de la competición gane quien gane, siempre que lo haga de forma limpia.
Los que de alguna forma hemos competido sabemos que cuando estás arriba sólo puedes bajar. Y al bajar te queda el recuerdo de lo que hiciste. Y si eres una figura pública queda además el ejemplo de tu calidad humana, del tipo de deportista que has sido, de los amigos que has dejado en el camino, o si no de los cadáveres. Y se te tiene presente por eso.
Fernando Alonso ha hecho trampas, ha discutido públicamente con sus compañeros de equipo, ha sido un niño mimado y se ha quedado sin caramelo. Y por eso la rabieta.
Puestos a elegir prefiero las lágrimas de Moratinos, además se suele presentar aseado y correctamente afeitado, otra diferencia a su favor.
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